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jueves, 10 de marzo de 2011

La sátira de la vida

Después de que el telón de la peor función de tu vida cayese y tú te quedases aturdida entre las cajas, analizando donde estuvieron los errores más graves... Después de que nadie del público se levantase a aplaudir... Después de que solo escuchases un hondo silencio que desgarraba la humillación de la derrota... Decides sacar toda la fuerza que hay en ti y que, aún no tienes muy claro de donde viene... Mirar hacia delante... Solo hacia delante, por miedo a volverte sal... Y te haces una serie de promesas "inquebrantables" a ti misma, de ésas que te aseguran no volver a caer en la misma situación. No volver a vivir lo vivido. Estás a salvo, no hay nada que temer. Es difícil, nadie dijo que no lo fuese. Pero tu palabra es fuerte como el acero y tu voluntad impenetrable.

Cae la noche sobre la ciudad. Una película que nunca debió ser grabada, ni estrenada. Los recuerdos de otro verano, de otra época pasada, de otra compañía... Borrarlos todos. Hacer un punto y aparte. Comprender que realmente nunca mereció la pena aquellos viernes de cine.

Conversaciones en un bar. Dos cócteles. Risas. Cae la noche sobre la ciudad. "Los sueños jamás se deben de abandonar, por los sueños hay que luchar"... Recordar los míos propios.

Cambio de sitio. El mar. Las estrellas. Dos cócteles más. Conversaciones de madrugada.

Una tímida mirada que busca la aprobación de la mía. Una confesión inesperada, producto de un corazón encogido.

Ya no es la realidad la que se ríe de mí... Ahora soy yo la que se carcajea de ella. Cada vez que esquematizo algo, que me hago promesas basadas en mis principios y cicatrices aún sangrantes, viene a ponerme "la prueba de fuego"... Maldito niño juguetón llamado destino, que siempre juega a salirse con la suya... ¿Qué le vamos a hacer? La vida tiene un macabro sentido del humor, a veces tan parecido al mío que no la puedo culpar por ello...

Pero niño destino, esta vez tendrás que entrenar la paciencia... No te pienso responder antes de lo previsto... Yo aprendo de todo, aunque sea a golpes. Y creo que la última lección me ha valido por mil batallas libradas. Ya no soy esa niña pequeña que puedes manejar a tú antojo... Al fin y al cabo, vivir es un arte... ¿Quieres jugar? ¡Juguemos!

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