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jueves, 10 de marzo de 2011

La sátira de la vida

Después de que el telón de la peor función de tu vida cayese y tú te quedases aturdida entre las cajas, analizando donde estuvieron los errores más graves... Después de que nadie del público se levantase a aplaudir... Después de que solo escuchases un hondo silencio que desgarraba la humillación de la derrota... Decides sacar toda la fuerza que hay en ti y que, aún no tienes muy claro de donde viene... Mirar hacia delante... Solo hacia delante, por miedo a volverte sal... Y te haces una serie de promesas "inquebrantables" a ti misma, de ésas que te aseguran no volver a caer en la misma situación. No volver a vivir lo vivido. Estás a salvo, no hay nada que temer. Es difícil, nadie dijo que no lo fuese. Pero tu palabra es fuerte como el acero y tu voluntad impenetrable.

Cae la noche sobre la ciudad. Una película que nunca debió ser grabada, ni estrenada. Los recuerdos de otro verano, de otra época pasada, de otra compañía... Borrarlos todos. Hacer un punto y aparte. Comprender que realmente nunca mereció la pena aquellos viernes de cine.

Conversaciones en un bar. Dos cócteles. Risas. Cae la noche sobre la ciudad. "Los sueños jamás se deben de abandonar, por los sueños hay que luchar"... Recordar los míos propios.

Cambio de sitio. El mar. Las estrellas. Dos cócteles más. Conversaciones de madrugada.

Una tímida mirada que busca la aprobación de la mía. Una confesión inesperada, producto de un corazón encogido.

Ya no es la realidad la que se ríe de mí... Ahora soy yo la que se carcajea de ella. Cada vez que esquematizo algo, que me hago promesas basadas en mis principios y cicatrices aún sangrantes, viene a ponerme "la prueba de fuego"... Maldito niño juguetón llamado destino, que siempre juega a salirse con la suya... ¿Qué le vamos a hacer? La vida tiene un macabro sentido del humor, a veces tan parecido al mío que no la puedo culpar por ello...

Pero niño destino, esta vez tendrás que entrenar la paciencia... No te pienso responder antes de lo previsto... Yo aprendo de todo, aunque sea a golpes. Y creo que la última lección me ha valido por mil batallas libradas. Ya no soy esa niña pequeña que puedes manejar a tú antojo... Al fin y al cabo, vivir es un arte... ¿Quieres jugar? ¡Juguemos!

Manía persecutoria

Lo evito. Lo persigo. Lo espío. Lo busco. Le grito. Disimulo. Lo humillo. Lo investigo. Le escribo canciones. Lo aparto de mi vida. Lo espero en su puerta. Lo sorprendo cada día. Lo invento. Lo consumo como una vela. Le beso. Lo desnudo. Lo visto. Lo bebo. Lo amo. Lo odio. Le suplico que se quede. Lo borro de mi existencia. Lo dibujo de nuevo.

Lo estrello contra mis recuerdos. Le insinúo mis pensamientos. Lo desquicio. Lo calmo. Le cuento mis secretos. Le robo los suyos. Lo fumo hasta el filtro. Le doy esperanzas. Le corto las alas. Lo abrazo. Le doy la mano. Le enseño el camino. Lo oscurezco. Le hago reír. Lo lloro. Lo ato a mi hastío. Lo sumerjo en la rutina. Lo quemo en la hoguera. Me lo juego a un farol. Lo echo de menos. Lo aburro. Lo toco. Lo extraño. Lo olvido. Lo duermo en mis brazos. Lo despierto con un beso. Le devuelvo las ganas de todo. Le arrebato la fe. Lo desafío...

Y, todo eso, en mis sueños. En la realidad, tan solo, lo ignoro.

Noche de batalla

Era negra la noche. Noche sin luna. Noche sin estrellas. Negra noche... Una luz cimbreante dejaba adivinar su abatida silueta.

Tenía el rostro apoyado, sobre una mano, en el quicio de la ventana. Sus cabellos, rojo fuego apagao, caían enmarañados sobre sus hombros... Su vestido estaba hecho girones, pero aún se apreciaba el noble linaje de otro tiempo... Hacía frío y era negra la noche...

Sus ojos, antes llama encendida, yacían, opacos, perdidos en algún punto no definido del infinito oscuro... En la otra mano, sin fuerza ni gloria ya, aún sujetaba a "RageSword", su espada.

Acababa de enfrentarse a la más cruel y sangrienta batalla de todas... A la más larga y absurda jamás mantenida... Y la sorpresa la derrotó por partida doble.

Había creido en la firme alianza del enemigo, hasta el mismo día en que la hirió de muerte... Le había ofrecido cobijo y aliento cuando estaba cansado... Le cambió sus amargas lágrimas de las noches en vela, por la más amplia de sus sonrisas... Cambió su calma por la más radiante luz del caos... Le regaló, sin condiciones, el mayor de sus tesoros... Se jugó el alma y la vida... Y, el enemigo, la traicionó. La envolvió en lo que ella más odiaba, la mentira. Utilizó el peor arma de todas, el silencio injustificado. ¿Tiempo? La peor de las eternidades.

Hubo muchas noches negras... Muchas heridas comenzaron a sangrar envileciendo todo lo que tocaban y, aún después de todo, siempre se mantuvo en pie. Le quedaba su recuerdo y podía vivir de él.

Recibió tantos golpes suyos que ni se molestaba ya en esquivarlos... Al principio de la lucha, se hizo mil preguntas, mil por qués, mil dudas que su mente no alcanzaba a entender... Al final, todas se resumieron en una sola... ¿Acaso no es capaz de recordar lo que un día fuimos? (Aquella alianza, aquel Pacto Secreto de Honor y Lealtad por encima de todas las cosas...) Y retomó todas sus fuerzas para mostrárselo... Le enseñó los sueños conjuntos, los principios que los unían, los viajes que planearon y nunca hicieron, el fresco aroma a hierba en las tardes compartidas, las tardes de dos... Pero el enemigo parecía mudo, ciego y sordo.

Y, entonces, la segunda herida le rozó, casi de muerte, el corazón... Perdió la Moral en la lucha y toda esperanza de Victoria... "RageSword" no era tan potente como las armas que usaba el enemigo y, nunca, había sido tan diestra.

Salió corriendo. Necesitaba un descanso, había perdido mucha sangre y casi todas las fuerzas, necesitaba recuperarse o aquello terminaría matándola... Se adentró silenciosa en el bosque. Sentía un miedo terrible, porque no hay peor miedo que el que se siente, cuando ya no sientes nada.

Y, allí, a la orilla del Río Sin Nombre, se tumbó a descansar... No sé cuanto tiempo pasó en aquella posición... Ni siquiera, sé si llegó a dormir o estaba despierta cuando la imagen se hizo corpórea. El Drow. Allí estaba. Con su atractivo rostro élfico y sus malas artes oscuras... Sus engaños, sus ficciones, sus adornos... El Drow que se hizo pasar por Elfo. Y la muchacha volvió a creer... Tuvo el valor y la fuerza necesaria para levantarse del suelo. Era una cuestión de fé y creyó. El Drow le tomó la mano con la dulzura del más noble de los caballeros y ella notó que las heridas menos profundas eran cicatrizadas instantáneamente, con poderosa magia élfica. Y volvió a creer.

El Drow le dio su anillo, el cual, ella juró no quitarse nunca, solo porque él lo había tocado y, ella, le entregó una de sus cajitas azules, con todo lo que estas contenían, en prenda ante tal ofrenda. Pero su corazón guerrero, de naturaleza inconformista, quiso más... No quería nada a medias, quería una curación completa. Entonces, el Drow, se quitó su careta ante todos, dejando ver su verdadero rostro y enmudeció su musical voz élfica... Ella no pudo ver la verdadera cara, había sido cegada por la potente Magia de las Palabras... Pero sí escuchó el cruel y desgarrador silencio, y le recordó la absurda y sangrienta guerra que la había llevado hasta allí, por la cual había dejado de creer.

Volvió al campo de batalla. "RageSword" ya no era más que un trozo de metal oxidado, pero la valentía seguía proviniendo del corazón... Y, entonces, el estoque final... El golpe más mortífero de todos... El más cruel... El que la hirió de muerte, arráncandole el corazón aún latiendo. La Verdad.

Cayeron todos los Dioses y Mitos. Cayeron todos, de golpe. Era negra la noche, saladas las lágrimas que ya no resbalaban por sus mejillas y hacía frío... Se preguntaba por qué la Mentira puede aparecer con rostro élfico, ó por qué la Verdad puede resultar tan mortal y devastadora... Estaba muriendo. Sola. Como nunca quiso morir. Sin pena, ni gloria. Sabía lo que tenía que hacer, ahora estaba convencida.

Pronunció las palabras... Y convirtió en piedra su corazón.

Ruinas

Desde ese momento... Todo caía... Todas las columnas... Todos los cimientos... Todas las piedras de aquel castillo se desmoronaban... Como terrones de tierra estéril entre las manos... Cascotes a una velocidad imparable...

Fue como un efecto domino... Como siempre... Un suceso al que debería de estar acostumbrada, puesto que siempre ocurría del mismo modo y que, sin embargo, siempre me pillaba por sorpresa...

Cuando pasó el primer suceso... Todos los demás fueron correlativos... Derrumbando, cada uno, una piedra de las que tanto me había costado poner en su lugar.

Y allí estaba yo. En el mismo ojo del huracán. En el centro mismo de aquella destructiva tormenta, con ciertos rayos y relámpagos iluminando un pasado que me empeñaba, cada día, en enterrar.

A ese suceso que me provocó una nueva punzada en el corazón... Parecida a aquella punzada que sentí, como reacción imprevista ante una foto (Antes del fin... Antes de todo... Cuando aún era capaz de reír sin un motivo...)... Una punzada como ésa... De las que desgarra y atraviesa.... De las que te deja sin aliento... De las que te desnuda y sientes vergüenza... De las que te cuestionas... De las que te obligan a preguntarte por qué...

Era como si “El Universo entero se hubiese conjurado” pero no a mi favor... Sino en mi contra... Tenía una extraña sensación en mi interior... Como si todo estuviese en Ruinas. Ruinas... Solo quedaba éso... Las ruinas de lo que un día fue...

Los sentimientos, que siempre había tenido a flor de piel y alma, ahora permanecían acallados por misteriosa fuerza oculta... Como esperando... Agazapados... Ateridos... En ruinas. Solo nos quedaba aceptar dignamente “la ruina”.

Terminar la página

La página se acaba. Apenas unos cuantos renglones para su fin. Aprietas la mano cansada, dando los últimos trazos, esperando escribir la última promesa, la última esperanza, el último aliento... Nada ocurre.

Te detienes a llenar de tinta la pluma, por si hiciese falta... Mientras observas el papel... Lleno de frases inconexas, de sucesos correlativos, de historias intrigantes. Lleno de sentimientos que te causaron dolor, lágrimas, escalofríos... Que te hicieron que se te erizase la piel... Aquellas mariposas en el estómago a las que cazaste y encerraste... Un papel lleno de noches en vela, de días inciertos, de giros... De subidas y bajadas... De recodos en el camino... De cuevas inhóspitas... De ojos amigos y puñales enemigos. ¿Y ahora? Tan solo, palabras escritas. Signos que solo tienen sentido para tí. Para nadie más.

Te detienes. Esperas. Miras a tu alrededor... La penumbra. La luz tenue de la lámpara que te alumbra. Las cosas que se amontonan, a modo de recuerdos, sobre la mesa. Piensas: "Debo de recogerlos algún día". Esperas. Nada sucede. Sigues escribiendo acaso una frase más, agotando hasta el último resquicio de la hoja blanco amarillenta. Pero no sucede nada, solo palabras. Y te ves obligado a ello. Tienes que pasar la página y comenzar a escribir la siguiente, aunque te sientas como un escritor fracasado en la peor novela de su vida.

Una canción

Estaba sentada en el quicio de la ventana, con el pelo revuelto entre las manos y la barbilla apoyada en la fría madera, viendo como las gotas rebotaban en los cristales en un círculo infinito lleno de vida. Sus ojos brillantes de lágrimas hacían adivinar lo que pasaba por su mente. Ni siquiera se notaba su respiración. No movía un solo músculo. Las gotas saladas rodaban por sus mejillas, sin pena ni gloria.

De fondo una canción. Una canción que hablaba de no tenerle miedo a nada. De alguien que se moría por no callar lo que sentía. Una canción que hablaba de un hombre que se moría por abrazar a una mujer, por divertirla, por despertarse acomodado en su pecho... Hablaba de una mujer que se moría por seguir sorprendiéndolo, a pesar de que la llamasen loca... Una canción que llevaba tres horas sonando, martilleando sus sienes y desgarrando aún más las heridas.

Los recuerdos pasaban indelebles de un lado a otro de su corazón. Evocó el perfume de sus rizos negros. Pudo sentir la tersura de aquellos labios sobre los suyos, besos que sabían a derrota y a miel, besos que desataban las alas de un corazón, besos que no tenían miedo. Manos que escapaban del tedio. Cuerpos entrelazados en la penumbra de un dormitorio. Ojos que dedicaban miradas furtivas llenas de sentimientos ocultos, deseosos por gritar.

Carmen llevó su mano a los empañados cristales y con su vista fija en el infinito, escribió “Alex”. Aquello no obedecía a razón alguna. Ya que no podía borrar ese nombre de su alma, lo escribiría para que la lluvia lo borrase del cristal.

Estaban a escasos metros uno del otro, solo los separaba una calle y, sin embargo, sus lazos rotos por el orgullo, habían separado sus almas hasta el infinito.

Nunca sintió la necesidad de plantearse su vida sin él, porque nunca vio el final de la historia, y ahora que se había ido dejándole, tan solo, aquella canción, sintió que su corazón se moría. Se moría de miedo y dolor. El la había enseñado a andar libre por el aire y ahora le cortaba las alas con su silencio. Lo único que no le había robado eran sus sueños.

Aquella historia había empezado un viernes normal, que marcó su vida para siempre. Ella con esa máscara de dura, que ni ella misma se creía, y que había sido tejida a fuerza de golpes, se cayó dentro de aquellos ojos negros.

Carmen era una mujer fuerte, aunque mucho menos de lo que aseguraba. El destino la había golpeado con furia en incontables ocasiones y, debido a ello, tuvo que aprender a jugar sin gustarle las normas. Evitaba cualquier pregunta directa en la que tuviese que intervenir un pensamiento privado o sentimiento escondido. Su carácter arrasaba como un temporal que obligaba a volver a puerto.

Aquella noche salió a ganar, porque ella no sabía perder. Nunca lo consideró como opción. Jugaba para ganar o no jugaba, pero no estaba dispuesta a asumir una derrota.

Alex la miró a los ojos sonriéndole con el alma. Sus ojos profundos, negros, impresionantes... Su mirada burlona, casi tanto como su sonrisa... Su voz varonil la atrapaba sin dejarle salida.

Hablaron apenas una hora cuando él dijo:

- ¿Por qué te escondes detrás de esa máscara de piedra?
- ¿Cómo dices?
- Esa imagen de chica dura, invencible... Que no llora ya, porque nada le duele... No es creíble si dejas que tus ojos hablen, deberías aprender a mentir mejor.

Carmen se limitó a bajar la cabeza y ver que toda aquella máscara que había tardado tantos años en construir, yacía rota en mil pedazos por el suelo.

Ese fue el comienzo, aunque nunca barajó que podría existir un final. La llenaba en todos los sentidos. La completaba. Alex era las alas que su corazón necesitaba y junto a él hubiese hecho todas las locuras del mundo.

Era fácil la vida a su lado, entre risas y espuma blanca de pintas de cerveza, entre chistes y confesiones. Una vez el muchacho hubo tirado aquella máscara, Carmen fue transparente en todo momento. Porque no tenía miedo. Si él la abrazaba se sentía capaz de hacer cualquier cosa. Lo hubiese seguido a cualquier parte, si él necesitaba ayuda siempre contaría con sus manos para apoyarle y no dejarle caer.

Ahora estaba, en aquel quicio de ventana, analizaba sus errores y asumía culpas.

Comenzó a jugar a un juego peligroso, sabiendo a lo que se exponía. Le costó aceptar jugar, pero una vez dentro no pensaba retirarse. Y ahí cometió su primer error. Tenía muy claro que, ante todo, estaba la amistad que los unía. Amistad que no entendía de plazos, ni ataduras... Que iba mucho más lejos del tiempo o del espacio. Su corazón un día decidió salir de su letargo y gritar muy alto. Se enamoró de él y quiso abandonar el juego, pero ya no podía, era demasiado tarde para alejarse, porque no lo soportaría. El chico estaba ya en lo más profundo de su alma. Admitía su doble error, nunca tuvo que empezar a jugar y mucho menos enamorarse, que iba contra las reglas del juego.

Le dio todo lo que tenía, los abrazos, las caricias, las tardes de invierno sobre la nieve, los secretos que siempre habían sellado sus labios, le regaló su sonrisa, su atención, su comprensión, sus consejos, sus poemas de amor... El le dio las canciones, sus rizos negros, sus brazos protectores, y aquel corazón que solo ella había sido capaz de desenterrar, aquel corazón que ahora le brincaba en el pecho y le hacía estar vivo.

Pero la discordia también quiso jugar sus cartas y lo arrasó todo en un órdago. No dejó nada. Solo manchas de soledad en aquellas sabanas. Días grises atestados de frío asfalto.

Las calles que antes habían sido escenarios de locuras, ahora que no estaba, solo eran un oscuro desierto.

Al llegar la noche todo cambiaba, a veces, cerrando los ojos hasta podía tocarle. Las luces del puerto habían estallado y los barcos ya no traían versos. Y ella no entendía nada. No tenía nada. No sentía nada. Solo miedo.

En el quicio de aquella ventana, se juró no volver a jugar a ningún juego peligroso, no quería volver a confiar en nadie, ni a dejar que sus ojos hablasen, no volvería a dejar que nadie le volviese a tirar aquella máscara y llegar a sus secretos, nunca más dejaría hablar al corazón y permitir que las cosas fluyeran solas... porque cuando el destino juega las cartas en tu contra, solo ganas una canción.

Preludio de la primavera

Tomada en: Campo de Cartagena
Fecha: Febrero del 2011
Fotografía de: Cristina Martínez

El cordón

Tomada en: Brujas (Bélgica)
Modelo: Emel Ince
Fotografía de: Cristina Martínez

Desafiando al cielo

Lugar: Torre de Hércules (A Coruña)
Fotografía de: Cristina Martínez

El mimo

Lugar: Cartagena (Mucho más Mayo)
Fotógrafia de : Cristina Martínez

Fotos que acompañan a los textos

Las fotos o dibujos que acompañan a los textos, están bajadas de Internet, con el fin de hacer este lugar, más agradable a la vista, así como sugerir lo que el texto me inspira.

La fotografia que he realizado yo, la podéis encontrar en la etiqueta "Fotografía" y a veces, irán acompañadas de un texto. Siempre dirá donde se ha realizado la foto, a veces la fecha y modelo que aparece.

Gritos en la estela

Dibujo gritos en la estela
de una ausencia que no entiendo.
Invento mil respuestas
Para el dolor que siento…
Me abrazo al hueco que dejas
Entre pliegues de ausencia
De este maltrecho corazón
Podrido por el uso
Y muerto en esencia….

Encuentros desencontrados,
Estas alas de una pasión,
De este grito enlutado
Que no halla ni una razón
Que llevarse a la boca…
Este amor que nos esquiva,
Esos dedos que no tocan


Me abrazo al hueco que deja
Podrido de añoranza
En un maltrecho corazón
Anudada en mi colchón
Con los huesos partidos
De la muerta esperanza

Podrido de añorarte

Hábitat

Supongo que te sorpenderá este chat y se que, además, llega a destiempo... Pero ya sabes que siempre me ha gustado decir la última palabra, y creo que éste es el mejor modo de ofrecerte un por que. La vida es una contínua adaptación al medio... Una desenfrenada lucha de especies, por la supervivencia de los mas fuertes, en donde los débiles, no tienen cabida... Has tratado de adaptarte, de convertirte en aquello que siempre has detestado, tan solo, para recibir el premio de una vida tranquila y en paz... No lo conseguiste. Has tratado de revelarte... De gritarle al mundo que gira en dirección caótica y, a veces, equivocada... No lo conseguiste y el mundo te aniquiló. Has sido una persona que ha amado la vida... No te has conformado con respirar por obligación... Has querido más sensaciones, más intensidad, menos palabras... Descubriste aquello que muchos callan... Ese contacto con la Madre Naturaleza que nos lleva a la esencia más pura de lo que somos... Iniciaste una búsqueda en los pequeños detalles tan necesarios para una vida plena y que, sin embargo, la agobiante rutina del paso del tiempo, evita que nos fijemos en ellos... Sí, se puede decir que has sido un buscador... Un buscador de la esencia común y de la propia. Has tenido unos valores, tan altos, que se convirtieron en el eje que le daba sentido a las cosas. Has luchado contra lo injusto y has defendido tus creencias, pesara a quien pesase. Y has amado la mentira mucho más allá de cánones o reglas.
Creo que estoy divagando mucho y te debo una explicación de como hemos llegado a este punto... Nuestra generación ha visto muchos cambios... Cambios importantes, cambios con los que, nuestros antepasados, ni alcanzaban a imaginar, ni creo que comprendiesen, y mucho menos, hubieran pagado un precio tan alto como el que nos han obligado a nosotros, un crédito vitalicio sin avales pero con intereses. 
Te preguntarás que tiene que ver todo esto contigo... Piensa en el todo, en el conjunto, pero juega tú, apuesta tú, pierde tú... Se que te destrocé el corazón y, aún lamentándolo desde el centro de mi alma, ni siquiera puedo decir un lo siento, porque era terriblemente necesario. Lo hubiéramos podido evitar, sin duda... Quizá si tú hubieses llorado antes o yo hubiese escuchado desde otra perspectiva, pero no lo hicimos. Emprendimos esa guerra fría en la que nunca pueden haber ganadores.
Quisiste comprender la nueva era. Me sumergí contigo en ese frío inframundo de la fibra óptica y lenguaje binario,.. Del código máquina de unos sentimientos ripeados con una mala compresión... Del no mirarse a los ojos, ni tocarse con las manos... Ese mundo artificial de kilobytes por segundo y medidas para todas las cosas, con la magia propia de lo nuevo, pero carente de alma. Un alma, la tuya, que se dejó atrapar por esa tela de araña a la que llamamos red... Quise comprender como dos personas que no se habían visto nunca, podían llegar a tener un flujo de energía tan fuerte capaz de reducir a cenizas el alma y la piel del otro. De estrellarlo contra una cama de cristales hechos esquirlas y que pareciese aún pura belleza el hacerlo... ¿Que tipo de grandiosidad puede haber en un mundo dominado por pulsos electricos? ¿Que clase de mundo es ese?... El tuyo.
Quise comprobar la naturaleza mágnetica de ese sentimiento... Su verdad arbitraria de cobre... Y, si quise hacerlo, es porque ese mundo lo habías creado tú... Quizá yo, lo único que podía aportar, era una luz donde solo existían conectores de mentiras y brillante oscuridad... Si tú que, en otro tiempo, habías sido capaz de hablar con los ojos y sentir con cada gota de sangre, estabas creando ese hábitat vacío de instintos y tan lleno de sentimientos prefabricados y falacias al son de un protocolo de comunicación, a lo mejor es que yo, simplemente estaba observando en la dirección equivocada... Y, al girarme para comprenderte... Comprendí que estabas muerto.
Por eso, traté de adaptarme... De sumergirme por completo.. Pero volví a equivocarme. No sobreviví a ello y lo perdí todo en el intento. Ahora trato de soñarte, leyendo estas líneas, negando que tus ojos vacíos ya no miran, con el pelo revuelto y la cara abrasada en lágrimas, con esa sonrisa a medias, que es máscara de dolor, dándote cuenta que es demasiado tarde para cambiar el curso de mi historia, pero no queriendo ver la sonrisa apacible del sueño eterno, del que ya no es más que un recuerdo logeado por un chat que nunca fue nuestro.
Te podría pedir muchas cosas... Pero, cada una de ellas, sería la insuperable cadena perpetua de ver como, aquel que te completaba en todos los sentidos y hasta más allá de cualquier frontera o límite, desaparecía en algún lugar fuera de mi existencia.
No quiero tu tristeza, nunca la he merecido ni deseado... Ahora se que estás en otro lugar, no se si más frío o menos interactivo, no se si mejor o peor.. Pero seguro que la adaptaciónn te resultará menos tediosa y el precio no será tan alto... Seguro que ahora sí entenderas la lección que yo no supe transmitirte a través de tu TCP/IP: “Piensa globalmente, pero actúa solo”. Que no te quepa la menor duda que, a pesar de todo, te amé y nunca te olvidaré. Adiós.

Pero, cada una de ellas, sería la condena de ver como aquel que te completaba se perdía fuera de mi existencia. No quiero tu tristeza... Ahora se que estas en otro lugar, no se si mejor o peor... Pero seguro que la adaptación te resultará menos tediosa y el precio no será tan alto. Que no te quepa la menor duda que, a pesar de todo, te amé. No te olvidaré. Adiós.

(Texto escrito para un cortometraje del mismo nombre)

Quizá lo mejor sea...

No hay abrazos bajo la lluvia
Sin paraguas y con besos…
No hay preguntas estúpidas
Que transformar en verso.
Ya no hay frases de alivio
Que alivien el alma…
No encuentro el sentido
A las cosas cotidianas..
Nada que perdonar
O que decir…
Nada que callar
O que mentir…
Quizá, lo mejor sea…
Olvidar.
Una herida que ocultar,
Un mundo del que huir…
Recuerdos anudados a un colchón
Podrido de tu ausencia…
Tu cuarto menguante,
Mi luna sin esencia…
Quizá lo mejor sea…
Olvidar.


Una eternidad de espera
Para olvidar…


Ya no quedan silencios que compartir,
Ya no busco respuestas
En las dudas de tu voz
Ahora se que no se puede
Atar al viento…
Quizá lo mejor sea…
Olvidar.
Quería arrancarle,
A fuego ensangrentado,
Un minuto mas a nuestro reloj..
Quería un abrazo más…
Una risa más,
Un instante mas…
Quizá lo mejor sea…
Olvidar.
Has enmudecido,
Te has esfumado en un silencio,
He buscado millones de por qués,
Millones de motivos
Para hallar el punto
En que el tiempo nos ha vencido
Por eso, quizá lo mejor sea…
Olvidar.

Desconcierto

A veces, el frío me quiebra los huesos…
A veces, la sangre hierve y explota….
A veces, mueren los besos…
A veces, el veneno del aire me toca
Y lo bebo por licor suave.
El desconcierto araña y quema,
Arde la piel y el alma en una duda
Que, antes de nacer, ya está muerta.
A veces, grito al aire preguntas
Que avivan la curiosidad aguda
De un corazón maltrecho
Y cerrado por derribo.
A veces, el silencio es lo que temo…
El no saber engaña
Cuando las palabras mido.
A veces, sueño despierta,
Que siento y vivo.
A veces, la muerte,
Viene a mostrar su sonrisa trémula.
A veces siento el delirio de acariciar una piel
Que eriza la mía,
A veces, los deseos reprimidos
Reducen a cenizas una voluntad
Férrea que se hastía.
A veces, me miento soñando
Que una lengua me busca,
Que unas manos tocan
Mi piel desnuda.
A veces, doy un salto mortal
Y desaparezco en el desierto
Para no conseguir, tan solo,
Un momento de desconcierto.

El absurdo recuento

Esta es una pequeña muestra de las grandes y admirables creaciones del ser humano…

Fuegos cobra-seguros forestales, lacas para que el pelo no se mueva, el consumismo, la sobrealimentación, pieles animales para seguir las modas de los cool, esclavización del sexo, escopetas mata-cabezas para adornar, marfil para figurar, infusión de aleta de tiburón, remedios contra la noche y su oscuridad, basureros nucleares, basureros sin más, especuladores con camisetas de green peace, Chernovil, Guantánamo, Groenlandia deshaciéndose en lágrimas heladas, glaciares heridos de muerte, el VIH, la gripe A, el atolón de Mururoa, cementerio estelar, barcos petroleros con banderas negras de marea, tortura y matanza de focas en el Norte, tortura en nombre de la cultura en la puerta de mi casa, desidia, escarnio, necios y ciegos gira-cabezas para no ver, guerras para defender una paz infinitamente perturbada, drogas roba-cerebros, generaciones Ni-Ni sin pena ni gloria, la hoguera de Copérnico y Servet, el holocausto, la censura, roles a mansalva para que asumas sin rechistar el que menos te pese, opio para que el pueblo pueda echar culpas, jueces y parte, circos de esqueletos danzantes con forma de animal, zoológico cría-errores-genéticos, niños a la carta, una tecnología que nos domina, la necesidad de lo absurdo, luchas de perros, caza con hurón, armas bacteriológicas, peleas de gallos, venganza sobre terceros, daños colaterales, el agujero de ozono, Hiroshima, los experimentos genéticos de Hitler, la España más profunda que no siente ni padece, las clases y sus diferencias, los megalómanos líderes locos con adeptos lobotomizados, el Prestige, una parte de Galicia que se muere en el Negro, dar demasiado valor a un trozo de papel tintado con las caras de unos pocos que no son los más fuertes, matar y morir para, por y en nombre de un trozo de papel tintado, las banderas, las fronteras, el alambre espino, el muro de Berlín, las botellas de cristal asesino con marcas financia-fines del mundo, el plástico inmortal mata-paraísos naturales, un desierto engulle-verde, carreteras, vehículos, losas que tapan las playas, adoquines esconde-pasados, losas entierra-futuros, tu envidia, mi rabia, su hastío, un verano cada vez más largo, un invierno cada día más crudo, el cambio de los cauces de los ríos, cadenas para el agua,. Cárceles, condenas, dioses y aprendices, demonios y miedos, un cielo cada vez más lejano, un Infierno cada vez más cercano, el cáncer devora-planetas, la anorexia, la moda roba-identidades, la lluvia ácida, la sal que nos amarga, vegetales cada vez más bonitos y con menos sabor, cuerpos cada vez más perfectos y con menos cerebro, bombas que lastra las alas que nos arrancamos hace ya muchas lunas…

¿Esto es cuan inteligentes somos?