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martes, 7 de febrero de 2012

Esos traficantes de la moral

Ese dedo acusador que nunca descansa y siempre apunta, aunque no lo mires, aunque no lo veas, aunque lo ignores... Ese corazón desgajado por la envidia del que nunca tendrá una vida en paz, cubierto del mismo lodo que generan sus negras intenciones... Ese boca llena de falacias y medias verdades, de ilusiones viles y esquivas de la realidad, que con tanta ansia arrojan sobre la virtud del prójimo... Ese modo de meter sus sucias narices en las vidas que no les pertenecen y verter opiniones de desaprobación a quien no ha tenido la intención de pedirles nada y mucho menos consejo... Ese modo de tratar siempre de introducir el dedo en la llaga ajena, sin más consideración que el de las quiméricas paranoyas de sus enfermas mentes.

Ese modo de urdir, de conspirar, de generar recelo y malestar... De entrar furtivamente en sitios donde no se les llama (como éste pequeño rincón mío que no les debería de interesar)... Ese modo de buscar, cada día, un conflicto nuevo y luego quejarse de su existencia... Ese profundo aburrimiento que produce el fracaso, esa ansia que desprende, tan semejante a un síndrome de abstinencia cualquiera, tan dependiente de la vida de los demás... De la mía.

Esos que, en muchas ocasiones, han mirado para otro lado cuando se trataban de sus propios errores o defectos. Que no han hecho, en demasiadas ocasiones, "todo lo posible" y echan culpas a los demás de sus propios errores u omisiones. Siempre debe de existir un culpable, alguién a quien quemar en la hoguera, pero nunca son ellos. Esos que la palabra "autocrítica" les suena a una mala novela de Danielle Steel. Esos que han callado cuando vieron vilipendiar su futuro en créditos insostenibles, pero que su cinismo e hipocresía les llevaba a un ritmo de vida muy superior al que podían llevar... Podía faltar la comida en la mesa, pero no unos Nikes en los pies. Dejad que me asqueé vuestro modo de actuar.

Esas conductas antisociales, falta absoluta de respeto de cualquier orden establecido, que los llevó a reirse de mendigos o gitanos, a convertirse en unas "arrabaleras" cualquiera... Y que luego se echaban perfumes de chanel, trantando de ocultar en olor de la basura en la que se habían convertido.

Esa estupidez propia de los que se creen en posesión absoluta de la verdad y que hablan siempre mas de la cuenta, vertiendo al mundo sus principios inventados y entretejidos del falso mundo al que jamás pertenecieron.

Esos que se reían de mi coche porque era viejo, de mi ropa porque no era de marca, pero que iban pidiendo comida o dinero con la otra mano y a escondidas. Dejad que me asqueé vuestra fariseica moralidad.

Esas chicas de plástico conseguido a fuerza de vómito, para convertirse en las modelos que nunca fueron, despreciándome por no hacer lo mismo y atreviéndose a llamarme gorda. Esas chicas de pseudo-psilocona barata del LDL, y una aparentada cultura sacada del papel cuché.

Ese modo estalinista de ver la vida: Del estás conmigo o contra mi. Esas piedras lanzadas a diestro y siniestro... Esa sobervia del pretender que todo pasemos por su diminuto aro. Ese modo de prohibir asistencias a sepelios y fiestas de guardar, como si fueran el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. Esos corazones helados que, fuera de aparentar lo que no han sido jamás, son incapaces de lidiar con sus propias miserias y aún critican las mías.

Esos traficantes de la moral a los que pedí expresamente que olvidasen mi existencia... Porque cuanto más lejos de la gente de esta calaña, más feliz se es. Siempre he tenido muy claro (ellos me demostraron que así debía de ser) que la familia es la que tu quieres, no la que te impone un lazo de sangre. Pero ellos no lo entienden. Ellos son incapaces de ignorarme, porque necesitan de mis triunfos hacer su sayo de críticas y de mis fracasos, su regocijo. Solo que yo tengo una vida plena y vosotros habéis dinamitado la vuestra. Aprended a vivir con ello.