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viernes, 25 de noviembre de 2011

CAP. I - ENCUENTRO FORTUITO

Los motivos que habían llevado a Ángela a aquel lugar, son irrelevantes para la historia que nos ocupa... Pero digamos que en su equipaje llevaba poco más que unos cuantos sueños rotos y algunas heridas mal cosidas por el paso del tiempo.

Allí era feliz. Se olvidó de todo al lado de aquel mar, de aquella playa de cantos rodados... De aquellas nubes grises que tapaban cualquier rastro del azul del cielo. Era feliz lejos de su mundo, de su vida... Hablando ese otro idioma, tan distinto del suyo, que le sonaba a cántico celestial... De los problemas que había dejado atrás y que, algún día, tendría que volver a enfrentarse a ellos... Pero ya habría tiempo. Ahora estaba feliz. Estaba allí.

Aquella noche salió con sus nuevos amigos, dispuesta a alumbrar el manto de oscuridad de la luna... Dispuesta a hacer de su territorio, el confin de las estrellas... A hacer que aquel pequeño instante fuera memorable... Algo digno que guardar en el recuerdo y, aún así, con este pensamiento, estaba muy lejos de intuir que le deparaba el travieso niño destino.

Ángela y Ana entraron a aquel pub al aseo y luego buscar otro lugar al que beberse la penúltima cerveza... Siempre la penúltima.

Había unas estrechas y empinadas escaleras que subían al piso donde se encontraban los aseos. Puso su pie en el primer peldaño y allí se quedó pegado como si alguna extraña fuerza la empujara hacia las entrañas de la tierra... Estaba realmente atónita... Comenzó a subir los peldaños lentamente, como si una fuerza sobrenatural la elevase y con la mirada fija en un punto.... Fija en unos ojos. Unos ojos grises. Los más profundos e inquietantes que había visto jamás.... Los únicos que habían conseguido que se cayera dentro de ellos. Poco a poco, fue tomando constancia de lo que rodeaba a la mirada gris... Gris como las nubes grises. Un hombre alto.... Muy alto... De pelo castaño y largo.
 
Se quedo sin aliento cuando aquellos ojos se clavaron en los suyos. La ironía de su mordaz cerebro, trató de quitarle hierro al asunto: "O le gusto o le parezco una buena víctima a la que descuartizar".
 
Sus cuerpos se cruzarón a medio camino de aquellas escaleras. Pasaron, tan cerca, que Ángela era capaz de notar los latidos de aquel corazon y, sin embargo, demasiado distancia para lo que le hubiera gustado a ella... Demasiado aire que acortar.... Demasiados centímetros hasta los poros de aquella piel que había despertado su hambriento deseo. Sin separar sus ojos, pasaron uno junto al otro... Volviendo la cabeza, al tiempo que sus pasos se alejaban... Notando como el tiempo era más relativo que nunca.

Una vez que se reunió con Ana, le contó aquel encuentro... Aquel hombre... Aquella expresión... Aquellas ganas de... Aquellos ojos grises.

Ya en la planta baja... A Ángela no le costó demasiado encontrarle, aunque cuando no lo estaba buscando... Las dos chicas se pusieron cerca... Bueno, casi al lado.

Ángela construyó millones de cábalas en su cabeza sobre el país de origen de aquel hombre... Estaba claro de que de aquel país no era... A lo mejor era nórdico... Claro, que ni la piel clara, ni el color de sus ojos le acompañaban... Quizá fuera griego.

     - ¿Este es el chico que te gusta?.- Preguntó Ana, queriendose cerciorar.

     - Yo no he dicho que me guste...- Y comenzó a hacer algo por la que se la conocía a menudo... Frivolizar sarcásticamente una situacion hasta llevarla al extremo y convertirla casi en un monólogo cómico...- Gustarme no... He dicho que si lo pillo en un callejón oscuro, le daría de todo, menos miedo... Claro que si va y mira asi al miedo, con esos ojos profundos y grises, lo mismo el miedo sale corriendo... Pero si sale corriendo, yo no... Me está mirando... ¿Llevará rayos X? ¿Sabrá que color o talla de sujetador uso?...

Y así estuvo hablando, aproximadamente diez minutos, acompañada por las carcajadas de Ana que era la única del lugar que hablaba su idioma. Desde fuera, solo verían a dos chicas extranjeras que estaban compartiendo las alegrías.

Sus amigos se pusieron hablar con ellas en inglés, que sigue siendo el idioma internacional de comunicación. El extraño, cada pocos minutos, clavaba en ella aquellos ojos grises, con un gesto que no podría describir aunque quisiera... Mitad curiosidad, mitad extrañeza... Y Ángela.... Cuando lo hacía, notaba como un rayo de energía le recorría toda su médula hasta levantar cada pelo de su cuerpo.

   - ¿Te apetece tomar una cerveza?.- Dijo de pronto el extraño, dirigiéndose a Ángela en perfecto castellano, con la misma expresión de antes, aunque esta vez atravesándola también con una malévola y divertida sonrisa.

Ángela se quedó petrificada. Con todos los músculos de su cuerpo ajenos a las órdenes de su cabeza... Ella quería salir corriendo y sus piernas no se movían... Notó los músculos de su cara... Hasta pudo adivinar el estúpido gesto que se había dibujado en su rostro al repasar mentalmente, como quien se encuentra cara a cara con la parca, cada una de las palabras que sus labios habían proferido, cuando creía que solo Ana la estaba escuchando. "Tierra, trágame!"... Fue, sin duda, uno de esos pensamientos...

Tampoco pudo hablar. El nudo de su garganta le dejaba poco más que respirar. Levantó su vaso medio vacío de caliente cerveza y negó con la cabeza, aún con aquel estúpido gesto que no era capaz de quitar.

     - Where are you from?.- Decidió interceder Ana, tratando de cortar la tensión que se había generado con aquel silencio incómodo para su amiga y no se le ocurrió mejor modo que tratar de entablar una trivial conversación: 

     - I'm from "aqui".- Dijo aquel hombre con gesto serio, seguramente escondiendo una sonora carcajada.

Ángela estaba absorta. Absorta y avergonzada. Mirando aquello como si no fuera con ella.... Sin poder apartar sus ojos, de aquellos ojos grises en los que se había caído dentro y ahora no encontraba el camino de regreso.

     - ¡Angy! ¡Ya se lo que pasa!.- Exclamó Ana, como iluminada por los cielos.- Creo que este chico es de aqui.... Pero sabe hablar español.

     - Pero, amiga mía.... ¿Tú no le has notado un acento como del centro de Burgos?.- Le respondió Ángela, retóricamente, pensando que siempre le tocaba el malo de la película... Sin apartar sus ojos de los suyos, que también estaban clavados en ella... Como si lo que los rodeaba, realmente, fuera ajeno a ellos... Al particular mundo que se acababan de inventar.- ¿De Dónde eres?.- Le preguntó haciendo todo el acopio del poco valor que le quedaba en pie.

     - ¿De dónde quieres que sea?.- Respondío el extraño, dibujando una amplia sonrisa en su boca.

     - ¿Cómo te llamas?.- Volvió a inquirir.

     - Como tú gustes.- Ángela reconoció perfectamente aquel brillo de victoria en los ojos.

     - ¿Cuanto tiempo llevabas antes escuchándome?.- Sabía perfectamente que jamás debería de haber hecho aquella pregunta, pero la curiosidad la traicionó.

     - El suficiente.- Contestó tajante, pronunciando aquella sonrisa y aquel brillo en sus ojos grises.

La chica no dijo nada. No pudo. Le había nacido la vergüenza sin avisar. Así que, en silencio, se dirigió a la barra, a por aquella pinta de cerveza que ahora sí iba a tomarse.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Si yo lo supiera... Y tu no....

Si me fuera revelado el día y la hora del fin del mundo... A mí. Solo a mí. A nadie más... No lo diría. No se lo comunicaría a nadie.

Caeríamos en una Navidad forzada en la que, todo el mundo, sin excepción alguna, intentaría redimirse de lo malo que ha hecho... Pediría perdón a todos los que ha herido... A esos a quienes, de no saber que el fin estaba próximo, en ese momento estaría maldiciendo. Llamaría a esos amigos que, por el paso del tiempo o la imperdonable distancia o la dejadez del que no cuida una amistad como se merece, se han separado... Para recordarle lo mucho que significaron una vez, lo mucho que los quiere y que los ha querido siempre. Todo el mundo, en una especie de efecto dominó, haría su buena acción del día, por si eso le valiese de "pasaporte" para ese paraíso que no sabemos si es fantasía o realidad, pero "por si acaso existiera", nadie se quiere quedar fuera. Mandaríamos esas cartas, cargadas de emoción y sentimientos, a las que deberíamos de haber puesto el sello hace diez años... Por aquello de que "Más vale tarde que nunca". Un halo de hipócrita bondad, cubriría el mundo.

Otros, a marchas forzadas y contrareloj, intentarían cumplir esos planes o sueños que siempre "dejaron para mañana". Viajarían a lugares exóticos, pasearían desnudos por la playa o dejarían de fumar.

Para otros, simplemente, significaría la culpabilidad absoluta... "Y si no hubiese arrancado aquella planta que sabía que era protegida"... "Y si hubiese usado más el transporte público, en lugar de ir con el coche a la vuelta de la esquina"... "Y si en vez de laca para el pelo, hubiese usado gomina"... "Y si me hubiese hecho activista de Greenpeace, como quería en mis años mozos"... Todos sus últimos minutos se resumirían en un infructuoso "Y si...".

Por eso no lo se lo diría a nadie. Por eso guardaría el secreto. No me gustaría ver un acto a destiempo de bondad humana, cuando siempre "el hombre ha sido un lobo para el hombre"... Y un cerdo para el Planeta.

Yo haría otra cosa... Si supiera el día y la hora exacta del fin del mundo. Ese día, me levantaría sabiendo que habrá millones de sueños que ya no cumpliré, pero sintiéndome orgullosa de los que sí he cumplido. Un poco triste de pensar en todo lo que me hubiese quedado por vivir, pero plenamente alegre por todo lo que he vivido. Quizá me arrepentiría de algunas acciones que hice a destiempo, de algunos agravios a los que no se lo merecieron... Pero no porque se fuese a acabar el mundo... De esos, ya me arrepiento hoy en día.

Ese día, como cualquier otro, te llamaría y te diría de tomar un café... O una cerveza... O un aperitivo... Seguramente tú, lleno de planes para el día, como siempre, me harías un hueco en tu agenda para disfrutar de mi compañía.

Te recogería en la puerta de tu casa. Como siempre dudaríamos en el momento de darnos dos besos, o besarnos en los labios... Como dudamos siempre que nos vemos. Iríamos al mismo bar o, quizá, haciendo la excepción del día, visitaríamos otro. Yo pediría una cerveza y tu una fanta de limón o un tinto de verano y la tapa que mejor pinta tuviese.

Hablaríamos de cine. De las películas que hemos visto, y de las que nos quedan por ver, comentaríamos las frases estelares de cada una... Hablaríamos de filosofía, de trivialidades, de lo que ocurrió ayer, de lo que has leído en el periódico, de tu próxima función y mi anterior decepción... De nuestros gustos compartidos. De esos planes pendientes (que solo yo sabría que nunca cumpliríamos, pero que soñar sigue siendo lo más hermoso del mundo). Seguramente tú, como siempre, harías alguna charlotada que provocaría mi más sincera carcajada. Y entre risas y conversación amena se empezaría a acercar la hora.

Luego, quizá, me harías alguna de tus confesiones más íntimas... De esas que no le cuentas jamás a nadie y que aún no tienes claro por qué me las haces a mi. Y me harías sentir, por ese detalle y como siempre, la persona más especial de este mundo.

A lo mejor, si se tercia, me volverías a decir "un te quiero"... Que, aunque no sea tan a menudo como el resto, para no abaratar su significado, si que me lo sueles decir... No se muy bien si porque te sale del alma o para que no se me olvide... Aunque ahora parafraseandote a tí "Yo no me acuerdo de olvidarte".

De vez en cuando y como siempre, te abrazaría. Porque me encanta abrazarte. Porque son hermosos y especiales esos momentos y la seguridad que me dan. Quizá ese día, producirían nostalgia, porque yo sí sabría y tú no, que aquello no duraría siempre y, como todo en esta vida, tiene un fin... Que, en esta ocasión, está cercano.

Trataría, por todos los medios de no mirar el reloj. Ya se sabe de la relatividad del tiempo y su peculiaridad. No quisiera que en los últimos instantes, los segundos pasasen más rápido de lo que debieran. Pero, a la vez, me aseguraría de estar atenta los dos último minutos... Porque entonces sí... Entonces te pediriría: "Abrázame"... Como te pido tantas veces, y otras tantas que tu me abrazas sin que yo te lo pida... Pero esta vez tendría un motivo: No concibo mejor muerte que dentro de tu abrazo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Mi mundo

Os dejo este pequeño montaje de video que le he realizado a un amigo, Martín de Alva, con uno de sus textos. Espero que lo disfrutéis.