Si me fuera revelado el día y la hora del fin del mundo... A mí. Solo
a mí. A nadie más... No lo diría. No se lo comunicaría a nadie.
Caeríamos
en una Navidad forzada en la que, todo el mundo, sin excepción alguna,
intentaría redimirse de lo malo que ha hecho... Pediría perdón a todos
los que ha herido... A esos a quienes, de no saber que el fin estaba
próximo, en ese momento estaría maldiciendo. Llamaría a esos amigos que,
por el paso del tiempo o la imperdonable distancia o la dejadez del que
no cuida una amistad como se merece, se han separado... Para recordarle
lo mucho que significaron una vez, lo mucho que los quiere y que los ha
querido siempre. Todo el mundo, en una especie de efecto dominó, haría
su buena acción del día, por si eso le valiese de "pasaporte" para ese
paraíso que no sabemos si es fantasía o realidad, pero "por si acaso
existiera", nadie se quiere quedar fuera. Mandaríamos esas cartas,
cargadas de emoción y sentimientos, a las que deberíamos de haber puesto
el sello hace diez años... Por aquello de que "Más vale tarde que
nunca". Un halo de hipócrita bondad, cubriría el mundo.
Otros, a
marchas forzadas y contrareloj, intentarían cumplir esos planes o sueños
que siempre "dejaron para mañana". Viajarían a lugares exóticos,
pasearían desnudos por la playa o dejarían de fumar.
Para otros,
simplemente, significaría la culpabilidad absoluta... "Y si no hubiese
arrancado aquella planta que sabía que era protegida"... "Y si hubiese
usado más el transporte público, en lugar de ir con el coche a la vuelta
de la esquina"... "Y si en vez de laca para el pelo, hubiese usado
gomina"... "Y si me hubiese hecho activista de Greenpeace, como quería
en mis años mozos"... Todos sus últimos minutos se resumirían en un
infructuoso "Y si...".
Por eso no lo se lo diría a nadie. Por eso
guardaría el secreto. No me gustaría ver un acto a destiempo de bondad
humana, cuando siempre "el hombre ha sido un lobo para el hombre"... Y
un cerdo para el Planeta.
Yo haría otra cosa... Si supiera el día y
la hora exacta del fin del mundo. Ese día, me levantaría sabiendo que
habrá millones de sueños que ya no cumpliré, pero sintiéndome orgullosa
de los que sí he cumplido. Un poco triste de pensar en todo lo que me
hubiese quedado por vivir, pero plenamente alegre por todo lo que he
vivido. Quizá me arrepentiría de algunas acciones que hice a destiempo,
de algunos agravios a los que no se lo merecieron... Pero no porque se
fuese a acabar el mundo... De esos, ya me arrepiento hoy en día.
Ese
día, como cualquier otro, te llamaría y te diría de tomar un café... O
una cerveza... O un aperitivo... Seguramente tú, lleno de planes para el
día, como siempre, me harías un hueco en tu agenda para disfrutar de mi
compañía.
Te recogería en la puerta de tu casa. Como siempre
dudaríamos en el momento de darnos dos besos, o besarnos en los
labios... Como dudamos siempre que nos vemos. Iríamos al mismo bar o,
quizá, haciendo la excepción del día, visitaríamos otro. Yo pediría una
cerveza y tu una fanta de limón o un tinto de verano y la tapa que mejor
pinta tuviese.
Hablaríamos de cine. De las películas que hemos
visto, y de las que nos quedan por ver, comentaríamos las frases
estelares de cada una... Hablaríamos de filosofía, de trivialidades, de
lo que ocurrió ayer, de lo que has leído en el periódico, de tu próxima
función y mi anterior decepción... De nuestros gustos compartidos. De
esos planes pendientes (que solo yo sabría que nunca cumpliríamos, pero
que soñar sigue siendo lo más hermoso del mundo). Seguramente tú, como
siempre, harías alguna charlotada que provocaría mi más sincera
carcajada. Y entre risas y conversación amena se empezaría a acercar la
hora.
Luego, quizá, me harías alguna de tus confesiones más
íntimas... De esas que no le cuentas jamás a nadie y que aún no tienes
claro por qué me las haces a mi. Y me harías sentir, por ese detalle y
como siempre, la persona más especial de este mundo.
A lo mejor,
si se tercia, me volverías a decir "un te quiero"... Que, aunque no sea
tan a menudo como el resto, para no abaratar su significado, si que me
lo sueles decir... No se muy bien si porque te sale del alma o para que
no se me olvide... Aunque ahora parafraseandote a tí "Yo no me acuerdo
de olvidarte".
De vez en cuando y como siempre, te abrazaría.
Porque me encanta abrazarte. Porque son hermosos y especiales esos
momentos y la seguridad que me dan. Quizá ese día, producirían
nostalgia, porque yo sí sabría y tú no, que aquello no duraría siempre
y, como todo en esta vida, tiene un fin... Que, en esta ocasión, está
cercano.
Trataría, por todos los medios de no mirar el reloj. Ya
se sabe de la relatividad del tiempo y su peculiaridad. No quisiera que
en los últimos instantes, los segundos pasasen más rápido de lo que
debieran. Pero, a la vez, me aseguraría de estar atenta los dos último
minutos... Porque entonces sí... Entonces te pediriría: "Abrázame"...
Como te pido tantas veces, y otras tantas que tu me abrazas sin que yo
te lo pida... Pero esta vez tendría un motivo: No concibo mejor muerte
que dentro de tu abrazo.
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